18.10.11

Todo, en cuando es en sí, insiste en perseverar en su ser.

La leña ardiendo, arrimándose tímidamente cierta llama al piso. El piso de madera, que ya no brilla, debe ser el tiempo o el hambre de cera;  cruje la leña y el piso porque es muy viejo y le falta cera y camino. Aparto la llama que se arroja hacia el piso, la aparto con el zapato, pero no puedo. El zapato es un regalo de mi madre, los dos fueron su regalo. Mi madre me mira desde el cuadro donde un cáncer la eternizo aquella tarde de invierno en que el frío fue un símbolo. Mi madre no me está mirando, claro que no porque eso de la eternidad fotográfica es un desorden de conceptos. No me mira ya mi madre desde el invierno pasado en que la enfermedad la condenó a no mirarme. Hay también la biblioteca en el cuarto, otra gran mentira: ya no leo; tampoco intento sentarme al piano. Todo conato de goce artístico, de creación, se me ha transformado en dolor. Por eso ya no.

Entonces: la leña ardiendo con sus llamas de capricho casi alcanzado el piso; el piso de madera sin brillar que cruje; mis zapatos color marrón que me recuerdan a mi madre  y mi madre falsamente eternizada en un cuadro sobre la pared; la biblioteca y el piano como monumentos a mi inacción. El olor de la madera quemada, y algo más: sobre el sillón también el cuerpo de un hombre muerto. Es joven, lo odio. Minuciosamente odio su juventud, su cara de haber vivido hasta hace unas horas, sus restos de humanidad. Sus zapatos marrones.

 Detesto su esfuerzo por no morir, me da risa: me da miedo lo mucho que me costó matarme.
  
No hay nada más que todo eso en mi habitación. Cosas rígidas, muertas; libre yo de mi piel. 

13.10.11

Un poema:


Media hora

Ni te tuve, ni he de tenerte
nunca. Algunas palabras, un contacto efímero
como anteayer en el bar, y nada más.
Sí, aunque no quiero decirlo: dolor. Nosotros al Arte
entregamos nuestro espíritu, y ciertamente alguna
vez, casi creamos placer,
que parece como si fuese real.
Así, en el bar de anteayer -con la ayuda feliz
de un alcoholismo muy piadoso-
gocé media hora de pleno amor.
Y lo supiste, me parece,
y por ello te quedaste un rato más, sólo para mí.
Tenía mucha necesidad de ello:
que esa fantasía, y esa mágica bebida,
me permitieran ver tus labios -y esto no pude tampoco-
me permitieran sentir tu cuerpo cerca de mí.

Konstantino Kavafis (Egipto/Grecia, 1863-1933)

2.10.11

Lo que nace es un párrafo.

Una vez más vos y yo solos Escritura Nonata: mi enfermedad y vos que aun no sos nada tan sólo unas piernitas -unas letritas- mutiladas flotando en el vacío sin sangre todavía sin sentido una vez más busco el auxilio en vos en tu construcción en el germen de tu trama una vez más lloro en vos y no en el mundo ya no quiero llorar en el mundo pertenezco más a tu oficio que a mi biología ojalá ojalá porque mi vitalidad no sirve para el mundo es irónico dan ganas de llorar tener fuerza en las manos pero negarse a usarlas porque es casi una no elección una obligación del espíritu este rechazo a la realidad esta insistencia a no vivir es el borde la locura vos Escritura Nonata sos la refutación del tiempo una buena noticia una justificación para existir ¿por qué todo el tiempo tengo que estar justificándome? es que le tengo que rendir cuentas al cuerpo el sí le pertenece al mundo a él es al que obligan a vivir y a él es a quien yo obligo a inexistir al menos allí dónde lo obligan a existir perdón cuerpo perdón  te debo las comas y el sexo te debo el alcohol el extásis el éxito la alegría de estar vivo y gracias por no morir pero me expando en otro lado podrás disculpalme alguna vez me expando en otro espacio nací así no es mi culpa qué puedo hacer se me acaba el tiempo para intentar doblar mi condición se me acaba se me acaba como vos te me acabas todo se acaba y yo acá justificandome ante vos cuerpo y gracias Escritura Nonata gracias por el espacio - que lindas manitos te crecieron, qué lindo vientre -